No somos mas que la palabra.- Existimos sólo porque alguien nos pronuncia.-
jueves, 26 de agosto de 2010
viernes, 28 de agosto de 2009
sábado, 22 de agosto de 2009
DESDOBLAMIENTO
Siempre quedo sorprendido y paralizado al descubrirme.
A veces, cuando termino de leer una página de algún libro, antes de pasar a la siguiente, levanto la mirada y allí estoy, en un rincón del salón.- En ocasiones, al pasar por el pasillo, me veo de espaldas en cualquier habitación, mirando por la ventana hacia la calle.- En otros momentos, reconozco mis propios pasos huir fugaces, después de notar un leve roce sobre el envés de mi mano, mientras sostengo alguna vieja fotografía.- Durante ciertos anocheceres, desde mi dormitorio -que da al patio- me observo allí, sentado en los escalones que llevan a la azotea.
Cuando tienen lugar todos esos inesperados encuentros, duele.
Entonces, para tratar de poner remedio, me escondo. Detrás de cualquier cortina, en el hueco de la escalera que sube a los dormitorios, bajo mi cama, o entre el sofá y la pared.- Así, en silencio y para mis adentros, con tensa parsimonia, cuento hasta veinte, o hasta treinta o incluso hasta cuarenta, según los días.-
Al acabar, asomo la cabeza, salgo con sigilo, cierro despacio todas las puertas de la casa, mudo de lugar las sillas, descuelgo los espejos y los encierro en el trastero.- Todo ello con la esperanza de no volver a tropezar conmigo. En la confianza de perderme para siempre en la espesura del olvido.-
A veces, cuando termino de leer una página de algún libro, antes de pasar a la siguiente, levanto la mirada y allí estoy, en un rincón del salón.- En ocasiones, al pasar por el pasillo, me veo de espaldas en cualquier habitación, mirando por la ventana hacia la calle.- En otros momentos, reconozco mis propios pasos huir fugaces, después de notar un leve roce sobre el envés de mi mano, mientras sostengo alguna vieja fotografía.- Durante ciertos anocheceres, desde mi dormitorio -que da al patio- me observo allí, sentado en los escalones que llevan a la azotea.
Cuando tienen lugar todos esos inesperados encuentros, duele.
Entonces, para tratar de poner remedio, me escondo. Detrás de cualquier cortina, en el hueco de la escalera que sube a los dormitorios, bajo mi cama, o entre el sofá y la pared.- Así, en silencio y para mis adentros, con tensa parsimonia, cuento hasta veinte, o hasta treinta o incluso hasta cuarenta, según los días.-
Al acabar, asomo la cabeza, salgo con sigilo, cierro despacio todas las puertas de la casa, mudo de lugar las sillas, descuelgo los espejos y los encierro en el trastero.- Todo ello con la esperanza de no volver a tropezar conmigo. En la confianza de perderme para siempre en la espesura del olvido.-
jueves, 20 de agosto de 2009
En las tardes de agosto,
para volver a encontrarme,
me encierro en el desván.
Allí paro los relojes,
busco en los cajones olvidados,
releo las ajadas cartas que nunca envié
al tiempo que –sobre el polvo de los muebles-
dibujo líneas -surcos ciegos de la memoria-.
Al acabar, me miro en los espejos velados,
tratando de recuperar mi antigua vocación de lluvia.-
para volver a encontrarme,
me encierro en el desván.
Allí paro los relojes,
busco en los cajones olvidados,
releo las ajadas cartas que nunca envié
al tiempo que –sobre el polvo de los muebles-
dibujo líneas -surcos ciegos de la memoria-.
Al acabar, me miro en los espejos velados,
tratando de recuperar mi antigua vocación de lluvia.-
miércoles, 19 de agosto de 2009
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