jueves, 20 de agosto de 2009

En las tardes de agosto,
para volver a encontrarme,
me encierro en el desván.

Allí paro los relojes,
busco en los cajones olvidados,
releo las ajadas cartas que nunca envié
al tiempo que –sobre el polvo de los muebles-
dibujo líneas -surcos ciegos de la memoria-.

Al acabar, me miro en los espejos velados,
tratando de recuperar mi antigua vocación de lluvia.-

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